Es un pequeño ritual para limpiar energías negativas. Es muy sencillo y rápido. Además nada de ingredientes raros o baños de media hora.
Cuando vayamos a la ducha nos echamos por los pies, y antes de abrir el grifo, un chorro de vinagre y lo dejamos que se impregne en ellos durante un par de minutos.
Después abrimos el grifo y nos duchamos con gel o jabón, como lo hacemos normalmente. Cuando ya nos hemos aclarado, nos echamos por encima sal gruesa a puñados, desde el cuello hacia abajo, y frotamos un poco la piel con suavidad, igual que si nos hiciéramos un peeling, pero sin apretar demasiado.
También lo dejamos actuar un par de minutos y quitamos los restos de la sal enganchada con una última ducha, esta vez sólo con agua.
Para acabar, nos secamos al aire cinco minutos y después ya podemos usar la toalla.