Nadie conoce el origen exacto de las
brujas pues constan informes que han existido desde los albores de la
humanidad. Hay dos teorías sobre la existencia de tales seres místicos.
En primer lugar, la práctica de los rituales simbólicos desde tiempos
del Neolítico. La primera demostración del arte de devoción a estos
actos se encuentra en las cuevas neolíticas, donde había ilustraciones
de los rituales con adoración a las diosas de la fertilidad de los pueblos primitivos.
Por lo tanto, las experiencias visionarias, la caza ritual y las
ceremonias de curación han estado siempre presentes en los símbolos y
las metáforas de cada cultura. En Gran Bretaña, las sacerdotisas druidas
se dividían en tres clases. Por un lado, las mujeres que vivían en los
conventos en un régimen de celibato y ocupaban la clase más alta. Las
otras dos clases, que eran las sacerdotisas, podían casarse y vivir en
los templos o con sus maridos y familiares. Con la era del cristianismo,
fueron llamadas de brujas y perseguidas durante mucho tiempo.
En segundo lugar, durante la Edad Media a cualquier mujer alcanzaba el poder, poco a poco llegó a ser considerada como una bruja. Bruja en sánscrito significaba mujer sabia. Las brujas eran llamadas de sabias. La Iglesia, por el contrario, abordaba el término desde una acepción secundaria que significaba mujer dominada por instintos primitivos.
Sin un mito existente, las brujas eran sólo las mujeres que conocían y comprendía el uso de hierbas medicinales para curar enfermedades, y ponían en práctica sus conocimientos en los pueblos donde vivían. Con la llegada del cristianismo, empezando a dominar la era patriarcal, las mujeres se colocaron en el fondo siendo consideradas como objetos del pecado por el diablo.
Muchas mujeres no aceptaron esta identificación y se rebelaron. Las mujeres, dotadas de un gran poder espiritual, comenzaron a recuperar el prestigio que habían perdido lo que comenzó con perturbar el poder religioso. Así, cualquier mujer podía ser acusada fácilmente como bruja y era suficiente con estar casada con ella y el marido acusarla de haber soñado con el demonio.
En segundo lugar, durante la Edad Media a cualquier mujer alcanzaba el poder, poco a poco llegó a ser considerada como una bruja. Bruja en sánscrito significaba mujer sabia. Las brujas eran llamadas de sabias. La Iglesia, por el contrario, abordaba el término desde una acepción secundaria que significaba mujer dominada por instintos primitivos.
Sin un mito existente, las brujas eran sólo las mujeres que conocían y comprendía el uso de hierbas medicinales para curar enfermedades, y ponían en práctica sus conocimientos en los pueblos donde vivían. Con la llegada del cristianismo, empezando a dominar la era patriarcal, las mujeres se colocaron en el fondo siendo consideradas como objetos del pecado por el diablo.
Muchas mujeres no aceptaron esta identificación y se rebelaron. Las mujeres, dotadas de un gran poder espiritual, comenzaron a recuperar el prestigio que habían perdido lo que comenzó con perturbar el poder religioso. Así, cualquier mujer podía ser acusada fácilmente como bruja y era suficiente con estar casada con ella y el marido acusarla de haber soñado con el demonio.
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